Sólo la innovación nos ayudará a superar la crisis.

Sólo la innovación nos ayudará a superar la crisis.

Desde la II Guerra Mundial no enfrentábamos una convulsión sanitaria, económica y humanitaria como la provocada por el coronavirus.

En estos momentos, aún iniciales, es difícil imaginar el alcance de la pandemia y sus consecuencias, que todos intuimos serán gravísimas. La más trascendental será la del cambio social emanado de esta crisis.

Caminamos hacia un nuevo modelo de sociedad que aún está por concebirse y diseñarse. Y que cuando intentemos poner en práctica implicará grandes sacrificios, el mayor de ellos, un cambio radical de mentalidad.

Se atribuye a Albert Einstein la frase “las respuestas son siempre las mismas, lo que cambia son las preguntas”. Vamos a vernos sumidos en un proceso de reconstrucción y reaprendizaje en el que nos cuestionaremos casi todo aquello que creíamos saber o creer hasta que un microorganismo ha amenazado con borrarnos de la faz de la Tierra. Entramos en una era de nuevas preguntas acerca de casi todo: desde la forma de relacionarnos en un contexto de distancia social que reemplaza a efusivos besos y abrazos hasta la añoranza de un aborrecido compañero de oficina cuando nos vemos abocados al teletrabajo.

Distancia y proximidad adquirirán significados renovados. En el nuevo modelo de sociedad se cuestionará más que nunca la necesidad de muros alambradas y fronteras en un mundo hiperconectado donde la información, la economía, el turismo, los éxodos migratorios y ahora la enfermedad, cambian de territorio en un parpadeo.

Cambiarán drásticamente los modelos de producción y de consumo, de formación y evaluación, de elección y representación política y -deseablemente- los de gestión de gobierno. Cambiará también la jerarquía y la definición de los valores y se removerán los cimientos de muchos sistemas de creencias.

 

Ante el previsible descalabro de las instituciones, del sistema financiero, de los modelos heredados del siglo anterior que han demostrado su ineficacia ante la realidad del ahora, sólo nos queda generar otras ideas, proponer alternativas y encontrar nuevas soluciones. En definitiva, innovar, en el sentido más literal de este hermoso verbo de acción.

Es esta una época de desconcierto en la que ni siquiera vislumbramos el final, si es que la sobrevivimos y tenemos la oportunidad de contarlo. Pensamiento creativo e innovación estratégica son las claves para afrontar la enorme ola de incertidumbre que vemos acercarse  desde el horizonte. Y lejos de quedarnos esperando a que esta ola nos revuelque y nos devore, debemos lanzarnos hacia ella con la determinación de superarla.

No estamos desvalidos. Contamos con poderosas herramientas tecnológicas y grandes avances en muchos campos del conocimiento. Pero la innovación es, antes que un invento, una máquina o una app, una actitud. Una nueva manera de querer entender el mundo y a las personas, que huye del dogmatismo y la cerrazón y que se basa en la flexibilidad y la tolerancia. Que esquiva la comodidad y se consagra al esfuerzo en la convicción de que los grandes logros de la Humanidad siempre son fruto del trabajo, de la honestidad y de la generosidad. Una actitud optimista, inconformista y visionaria que cree que no hay límites ni retos insuperables.

Debemos confiar en el inagotable potencial creativo del ser humano para reinventar, recrear y reconstruir una nueva sociedad de personas conscientes, solidarias, mejores.

Conoce a la criatura más estúpida del Planeta.

Conoce a la criatura más estúpida del Planeta.

Presentamos a la tortuga. Es tal la falta de inteligencia de la tortuga marina promedio (que es cada tortuga marina, para que nos entendamos), que ni siquiera puede notar la diferencia entre una bolsa de plástico y una medusa.

Eso dice mucho cuando consideras que la comida favorita de la tortuga son las medusas. Como resultado, esta idiota con caparazón se traga bolsas de plástico flotantes en el océano y termina ahogada hasta morir.

Esta dieta de plástico ha alcanzado un frenesí alimentario que ha llevado a esa especie casi al borde de la extinción.

No padece el síndrome del intestino irritable. Ni siquiera unas pocas erupciones bajo ese denso caparazón.

Pero padece de extinción. Es idiota.

Luego estamos nosotros, los humanos. La especie más inteligente de este planeta. O tal vez incluso del universo, hasta que el tiempo demuestre lo contrario.

La culminación perfecta de la curva de evolución. Los niños y niñas de ojos azules de Dios. Los gobernantes de ese punto azul pálido en el cosmos. Los dueños de la tierra, del mar y del cielo. Los valientes corazones que domesticaron elefantes salvajes, leones feroces y caballos galopantes. Los pensadores que superaron el pensamiento del resto. Los inventores del fuego, la rueda y el poder de soñar.

Los virtuosos que unificaron el mundo a través del lenguaje y lo convirtieron en un lugar más pequeño. Los artistas que pintaron techos divinos. Los cantantes que hicieron llorar a los cielos. Los escritores que escribieron la historia. Y los visionarios que escribieron el futuro.

Somos los magos que convirtieron el aire en agua y el agua en luz. Los cerebros que lucharon contra la enfermedad y retrasaron la muerte. Los Einstein, los Tesla y los Musk.

Los genios que pusimos un vehículo en el planeta rojo, un hombre en la lejana Luna y esa bolsa de plástico en el vasto océano.

Los mismos que matamos a esa estúpida tortuga.

Traducido del anuncio del diario The Hindu.

Anuncio creado por la agencia Ogilvy Bengalore de la India.

Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia moderna.

Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia moderna.

«Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro.«

Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón, Navarra, 1852 – Madrid 1934) fue un neurocientífico y patólogo español, especializado en neuroanatomía, particularmente en la histología del sistema nervioso central. Él y su colega Camillo Golgi recibieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1906.

Ramón y Cajal hizo algunas de las más revolucionarias contribucionesa la neuroanatomía. Descubrió el cono de crecimiento axonal y demostró experimentalmente que la relación entre las células nerviosas no era continua, sino contigua, lo que proporcionó una evidencia definitiva de lo que Heinrich Waldeyer acuñó el término teoría de la neurona en contraposición a la teoría reticular. Sus descubrimientos están ampliamente considerados como el fundamento de la neurociencia moderna.

“Santiago fue díscolo, mal estudiante, causó continuos enfados a su padre y profesores, se metió en mil peleas con puños y piedras, y estuvo varias veces a punto de matarse (como cuando trepó a un risco para ver los polluelos de un águila y no encontraba la forma de bajar, o cuando saltó sobre el hielo en la balsa congelada de un molino y se hundió en el agua gélida sin encontrar la abertura desde debajo de la gruesa costra de hielo)” señalan José Ramón Alonso y Juan Andrés de Carlos, autores de biografía Cajal. Un grito por la ciencia (Next Door Publishers)